Extraído del libro «¡Convertíos! Se acerca el Reino de Dios» de Moisés María Aja de la Cruz

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Es de gran importancia entre las profecías de Últimos Tiempos esta de Daniel, porque se une a otras (Jeremías, Evangelio, S. Pablo, Apocalipsis, etc.) para clarificar y situar los principales momentos de la Historia de la Salvación.
Daniel se encuentra desterrado con los israelitas en Babilonia bajo el poder de Nabucodonosor (604 aC-7 de octubre de 562 aC). Estaba orando, ayunando y pidiendo perdón por los pecados e infidelidades de Israel que atrajeron el justo Castigo de Dios. Confiando en la Misericordia Divina, meditaba la profecía de Jeremías quien, después de 23 años llamando a la conversión y no ser escuchado, anunciaba: La desolación de Israel, los 70 años de cautiverio en Babilonia, la caída del Imperio Babilónico[1] y el regreso de los judíos a Jerusalén:
“Toda esta tierra será ruina y desolación, y servirán estas gentes al Rey de Babilonia durante 70 años. Y al cabo de 70 años Yo pediré cuenta al Rey de Babilonia …y la convertiré en eterna desolación” (Jer 25,11-12).
No había terminado Daniel su meditación cuando se le presenta el Arcángel S. Gabriel “a la hora del sacrificio de la tarde” [2]para enseñarle:
-v.24-“Setenta semanas están prefijadas sobre tu Pueblo y sobre tu Ciudad Santa para poner fin a la prevaricación y cancelar el pecado, para expiar la iniquidad y traer la Justicia Eterna, para sellar la visión y la profecía y ungir el Santo de los Santos.
-v.25 “Sabe, pues, y entiende que desde la salida del oráculo sobre el retorno y edificación de Jerusalén hasta un Ungido (Mesías) Príncipe, habrá 7 semanas y 62 semanas, y serán reedificados plaza y foso bajo la presión (angustia) de los tiempos.”
-v.26 Después de las 62 semanas será muerto el Ungido, sin que tenga culpa. Y destruirá la ciudad y el Santuario el pueblo de un Príncipe que ha de venir y su fin será en una inundación, y hasta el fin de la guerra están decretadas desolaciones.
-v.27 “Y concertará una firme Alianza con muchos durante una semana, y a la mitad de la semana hará cesar el Sacrificio y la oblación y habrá en el santuario una abominación desoladora hasta que la ruina decretada venga sobre el Devastador” (Daniel, 9, 24-27).
ANÁLISIS DE LA PROFECÍA
Antes de analizar el texto, hemos de entender que toda la Sagrada Escritura está centrada en Jesucristo, desde el Génesis (Protoevangelio, Gen 3,15) hasta el Apocalipsis: “Apocalipsis de Jesucristo que, para instruir a sus siervos sobre las cosas que han de suceder…” (Ap 1,1). Por eso no podemos marginar al Verbo de Dios en la transcendental profecía de Daniel. Nos dice el Catecismo: “Por muy diferentes que sean los libros que la componen, la Escritura es una en razón de la unidad del designio de Dios, del que Cristo Jesús es el centro y el corazón, abierto desde su Pascua (cf. Lc 24,25-27. 44-46) (…) Este Corazón estaba cerrado antes de la Pasión porque la Escritura era oscura. Pero la Escritura fue abierta después de la Pasión, porque los que en adelante tienen inteligencia de ella, consideran y disciernen de qué manera deben ser interpretadas las profecías”[3].
Desde la Era Patrística los exégetas entienden que se trata de semanas de años (70 x 7 = 490 años). El texto se distribuye en cuatro versículos. Vamos a analizarlos uno por uno:
1º (v.24) Ofrece la síntesis de la profecía. El Pueblo de Dios mencionado ha de entenderse necesariamente en un sentido global: Israel y su continuación en la Iglesia Católica; por eso termina con la llegada de “la Justicia Eterna”, es decir, cuando se hará “en la Tierra como en el Cielo”.
Abarca, pues, desde el fin del destierro y la esclavitud del Pueblo de Israel (Decreto de Artajerjes) , hasta el fin del destierro y esclavitud del Nuevo Pueblo de Dios, la Iglesia Católica, desolada y esclavizada en los Últimos Tiempos de los gentiles. Entonces comenzará “la Justicia Eterna”, se habrán cumplido “la visión y la profecía” y aparecerá el Ungido, el “Santo de los Santos,” Jesucristo, para instaurar su Reino eterno.
Para entonces, el Pueblo habrá expiado ya su iniquidad: el Resto Fiel habrá sido probado como el oro y la plata en el fuego del crisol de la Gran Tribulación (Za 13,9); habrán terminado las leyes injustas (“prevaricación”), no habrá lugar para el pecado (“cancelar el pecado”), pues el Gran Castigo anunciado en Garabandal (Za 13,8) habrá purificado la faz de la Tierra.
2º (v.25) Narra dos hechos y dos tiempos:
a- El anuncio del tiempo para reconstruir Jerusalén: 7 semanas (49 años). La orden para ello la da el Rey persa Artajerjes, el 14 de marzo del 445 aC. El Rey encarga como gobernador para los trabajos a un funcionario de su confianza, Nehemías. El tiempo asignado se cumple en el año 396 aC (445 – 49). “En la angustia de los tiempos,” porque los pueblos vecinos no se lo pusieron fácil: “Todos, mientras trabajaban, tenían las espadas ceñidas a sus lomos” (Ne 4,12).
b-Un tiempo de 62 semanas (434 años) hasta un Ungido (Mesías) Príncipe, que no es otro que Cristo Jesús. Aparece, contando desde Artajerjes, pasados 49 + 434 = 483 años proféticos. En días: 483 x 360 =173.880 días. Estos días culminan “el Domingo, 2 de abril del año 32 d.C., justo cuando Jesús hace su entrada triunfal en Jerusalén. “Ese día se cumple la profecía de Zacarías: “He aquí que viene a ti tu Rey: justo Él y victorioso, humilde y montado en un asno” (Za 9,9). Entrando a Jerusalén es proclamado como Príncipe: “Hijo de David” (Mt 21,9) y como el Mesías “que viene en Nombre del Señor”(Jn 12,13), cumpliéndose así Dn 9,25: “…hasta un Príncipe Mesías.”[4]
Así pues, en este versículo se anuncia la Primera Venida de Cristo.
-3º (v.26) Habla de dos personajes: >El Ungido mencionado, que es condenado a muerte “sin culpa” alguna[5]. Ya dijo de Él Isaías: “Fue arrebatado por un juicio inicuo, sin que nadie defendiera su causa…y herido de muerte por el crimen de su Pueblo” (Is 53,8).
El otro personaje es un Príncipe futuro cuyo pueblo destruye el Santuario. Hay quienes interpretan que pueda ser el Imperio romano por la destrucción, “de la Ciudad y el Santuario” (de Jerusalén y su Templo) en el año 70 y que marca el final de Israel.[6] Puede entenderse también la destrucción del Cuerpo de Cristo: “Destruid este Templo y en tres días lo levantaré…Pero Él hablaba del Templo de su Cuerpo” (Jn 2,19-21).
Pero tiene otro cumplimiento ulterior, al final de otro período histórico: el de la Iglesia Católica, nuevo Pueblo de Dios. Esto es claro pues el Príncipe que aquí se menciona es el protagonista del siguiente versículo, donde se le llama “Devastador”. El mismo Cristo aporta la luz que necesitamos, al mencionar la profecía de Daniel cuando describe los signos que precederán a su Segunda Venida (Mt 24, 15 y ss). Así pues, ese Príncipe destructor es el Anticristo. Ya lo apuntaba el gran S. Jerónimo, como “opinión difundida en los Santos Padres”[7].
-4º (v.27) Refiere lo que ocurrirá en la última semana, la 70ª:
>Comienza con la manifestación pública de ese Príncipe (Anticristo) que “concertará una firme Alianza con muchos durante una semana”.
Se trata de muchos países unidos a él como un pueblo. Así lo da a entender el versículo anterior: “Y destruirá la ciudad y el Santuario el pueblo de un Príncipe que ha de venir”. Aquí hemos de entender que ese “Santuario” o Templo no es el Cuerpo de Cristo, pues resucitado “ya no muere más” (Rm 6,9). Se trata entonces de su Cuerpo Místico, la Iglesia Católica, que ha de seguir los mismos pasos que su Esposo, Cristo (CtIC 677).
Lo mismo se deduce en el Apocalipsis. Ese “Príncipe” es la Bestia que sale del mar, a la que “le fue otorgado hacer la Guerra al Pueblo de los Santos y vencerlo” (Ap 13,7). El Pueblo de los Santos es la Iglesia Católica; la única que funda el Hijo de Dios, sobre Pedro. Sí, el Anticristo dispondrá de 7 años para destruir la Iglesia (aparente, la oficial) y reinar en el Mundo.
>“A la mitad de la semana hará cesar el Sacrificio y la oblación”.- A los tres años y medio el Anticristo elimina el Santo Sacrificio de la Misa. Lo hace con la ayuda del Falso Profeta, la Bestia que sale de la Tierra (Ap 13,11).
>”Habrá en el Santuario una abominación desoladora”.- En lugar de la Santa Misa realizarán cosas abominables: actos interreligiosos, politeístas, idolátricos,…satánicos. Y suprimidos los signos cristianos de los santuarios (templos), colocarán la imagen del Anticristo (la Bestia) a la que adorarán como si fuera dios. Viene a decirlo S. Pablo:
“En cuanto a la venida de nuestro Señor Jesucristo (…) antes ha de venir la Apostasía y ha de manifestarse el Hombre del Pecado, el Hijo de la Perdición, que se opone y se alza contra todo lo que se dice Dios o es adorado, hasta sentarse en el templo de Dios y proclamarse Dios a sí mismo (2Tes 2,1-4).
>“Hasta que la ruina decretada venga sobre el Devastador”.- Ocurre al final de la semana. Está decretada en el Cielo y escrita en la Tierra la destrucción de este Príncipe, Bestia, Devastador, Inicuo. Y el que le ocasionará la ruina es Jesucristo en su Segunda Venida:
-“Entonces se manifestará el Inicuo, a quien el Señor Jesús matará con el aliento de su boca, destruyéndole con el esplendor de su venida. Aquel inicuo, cuya venida, por acción de Satanás, irá acompañada de todo género de portentos, señales y prodigios engañosos, y de seducciones de iniquidad para los destinados a la perdición, por no haber recibido el amor de la verdad que los salvaría. (…)” (2Tes 2,8-12).
-“Pelearán con el Cordero, y el Cordero los vencerá, porque es el Señor de señores y Rey de reyes, y también los que están con Él, llamados, y escogidos, y fieles” (Ap 17,14).
Cristo es “la Piedra” desprendida, no lanzada por mano humana, que destroza y hace polvo la estatua de los reinos humanos en el sueño de Nabucodonosor, “la Piedra que… se hizo una Gran Montaña, que llenó toda la Tierra” (Dan 2,35); es Cristo el que vuelve para instaurar ese Reino anunciado por Daniel a Nabucodonosor: “El Dios de los Cielos suscitará un Reino que no será destruido jamás y que no pasará a poder de otro pueblo; destruirá y desmenuzará a todos esos reinos, mas él permanecerá por siempre” (Dan 2,44).
Es el “Reino que no tendrá Fin”, anunciado por S. Gabriel a la Virgen María, en favor del “Hijo del Altísimo”, de su Hijo Jesús (Lc 1,33). ¿Cómo no llamar Reina a semejante Madre? ¿Cómo no llamar Madre de Dios a la Madre del “Hijo del Altísimo”?
-“El Diablo, que los extraviaba, será arrojado en el estanque de fuego y azufre, donde están también la Bestia y el Falso Profeta, y serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos” (Ap 20,10).
[1] Fue conquistada por Ciro El Grande, Rey de los persas (539 a C). El Imperio Persa duró hasta ser conquistado por Alejandro Magno (333 a.C.).
[2] A La “hora de Nona, las 3 de la tarde. Cfr. Hechos 3,1
[3]Ct.I.C. n.112, recogiendo texto del CVII (DV 12,3) y cita de Sto. Tomás de Aquino, Expositio in Psalmos, 21,11
[4] El cómputo y la referencia profética del párrafo lo tomamos de la obra de Mauricio Ozaeta, “Quinto Reino”. Él conoce bien los tipos de años para situar hechos históricos: solar, profético (360 días), lunilunar y lunar.
[5] En otras versiones, se dice: “y no habrá para Él”/“y no será más”. Insertamos este comentario de Juan Suárez Falcó: “El texto de la profecía de Daniel acaba abruptamente: “et no ei” (y no será más), en referencia al Pueblo judío,…que quedó réprobo, su sacerdocio execrado, rompiendo unilateralmente su alianza con Él (Jer. 11, 10-11), de lo que es símbolo inequívoco el velo rasgado del Templo, que acabó siendo destruido” (www.comovaradealmendro.es). Parece ir en este sentido la Biblia Cantera-Iglesias: “y no le pertenecerá el Pueblo que le niegue.” Y así fue. Israel dejó de ser “la Viña del Señor”, pues, Yahvé escogió otros viñadores, “otro Pueblo que dé los frutos a su tiempo” (Mt 21,43). En cualquier caso, estamos hablando de Jesucristo.
[6] Decimos que es la fecha profética clave: No quedó “piedra sobre piedra” del Templo, murieron 1.100.000 judíos y 96.000 fueron vendidos como esclavos, según Flavio Josefo. La desaparición y dispersión definitivas tienen lugar en la última revuelta, la de “Bar Kokhba” en el 132 dC.
[7] Biblia Straubinger, coment. Dan 9,26, ref. a Mt 24,15
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Fuente: mensajerosdelavida.es
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