3 de octubre de 2023

Últimos Tiempos

Como vivir los últimos tiempos

Las profecías católicas sobre los últimos tiempos. El Reino de María

El gran triunfo de la causa católica es el triunfo de María, como dice San Luis María Grignion de Montfort. Prácticamente todos los santos y personas virtuosas que tuvieron luces proféticas anuncian este triunfo esplendoroso.

Santa Hildegarda

(1098-1180)

«Mas cuando la sociedad haya sido purificada completamente por esta tribulación, fatigados los hombres por tantos horrores, volverán plenamente a la práctica de la justicia y se someterán finalmente a las leyes de la Iglesia, que nos hacen tan agradables a Dios con su Santo Temor. El consuelo sucederá a la desolación así como la ley nueva ha sucedido a la antigua ley; del mismo modo los días de salud harán olvidar por su prosperidad las angustias de la ruina; no siendo así, y debiéndose prolongar impunemente la inconstancia y los escándalos del mundo, se vería de tal manera oscurecida la verdad que llegarían a quebrantarse las torres de la catedral de Jerusalén, y serían pisoteadas las instituciones de la Iglesia, como si ya no existiera Dios para los hombres. En aquel momento de renovación será restablecida la justicia y la paz por decretos tan nuevos y tan poco esperados, que los pueblos, llenos de admiración, confesarán altamente que nada semejante se había visto hasta entonces.

«Esta paz del mundo de los últimos tiempos, figurada por la que precedió al primer advenimiento del Hijo de Dios, será, no obstante, contenida; la aproximación del último día impedirá a los hombres entregarse plenamente a la alegrías, pero se apresurarán a pedir al Dios Omnipotente que los llene de toda justicia en la fe católica. Los judíos se unirán a los cristianos, reconociendo con alegría la venida de Aquel que negaban hasta allí haber aparecido en este mundo.

«Esta paz llegará al colmo y hará que se perfeccione la paz figurativa que reinó en el primer advenimiento del Hijo de Dios. Entonces aparecerán santos dotados admirablemente del don de profecía. Como fue anunciado en nombre del Altísimo por el profeta Isaías (cap. 4, 2) : ‘En aquel día será el pimpollo, el brote lleno de magnificencia, gloria y regocijo para aquellos de Israel que fueron salvados’. En aquellos días la bendición, del seno de una suavísima atmósfera se derramarán sobre la tierra los más dulces rocíos que la cubrirán de verdor y de frutos, porque los hombres se entregarán a todas las obras de justicia, mientras en los días precedentes, días tan desolados por la voz dura de los elementos desencadenados por los pecados de los hombres, habrán estado reducidos a la impotencia de producir nada de bueno. Los príncipes rivalizarán en celo con los pueblos en hacer reinar la Ley de Dios por todas partes; el hierro no se empleará más que para cultivar la tierra y proveer a las necesidades de la vida, etc.

«Los herejes y los judíos no pondrán límites a sus transportes. En fin, exclamarán, ha llegado la hora de nuestra propia justificación, las ligaduras del error han caído a nuestros pies; hemos arrojado lejos la carga tan pesada y tan larga de la prevaricación. La muchedumbre de fieles se aumentará notablemente por el gran número de paganos atraídos por tanto esplendor y abundancia. Después de su bautismo se unirán éstos a los creyentes para anunciar a Cristo como en tiempo de los apóstoles. Dirigiéndose a los judíos y herejes todavía endurecidos les dirán: Lo que vosotros llamáis gloria vendrá a ser vuestra muerte eterna y aquel a quien honráis como vuestro jefe, perecerá delante de vosotros en medio del más espantoso horror y el más peligroso para vosotros. En aquel día os rendiréis a nuestro llamamiento, bajo los rayos de María, Estrella del Mar» (S. M. Mirakles, págs. 40-43, extraído de la Patrología de Migne y del abbé Curicque, Voix Prophetiques).

Santa Catalina de Siena

(1347-1380)

Sobre el triunfo de la Iglesia:

«Cuando estas tribulaciones hayan pasado, Dios purificará la Santa Iglesia por un medio que escapa a toda previsión humana, habrá después de estas cosas, una reforma tan perfecta de la Santa Iglesia de Dios, una tan feliz renovación de los santos pastores, que pensando en ello mi espíritu se estremece en el Señor.

«Las naciones extranjeras se convertirán a la Iglesia del verdadero Pastor» (J. Gonthier, pág. 23).

Santa Teresa de Ávila

(1515-1582)

Anuncia la protección de su Orden y la pacificación universal:

«Ella vio un mar muy agitado de persecuciones; Dios le hizo conocer por ello que, así como los egipcios habían sido sumergidos en el mar persiguiendo a los israelitas para inmolarlos y que el pueblo de Dios había tenido pasaje libre, así su orden pasaría libremente y aquellos que la persiguiesen serían sumergidos y vencidos.

«…Y si, Dios no lo permita, los ejércitos de faraón debían aún recomenzar la persecución, que los fieles las abriguen (a las órdenes) de su caridad como bajo una nube protectora, esperando que Dios abra finalmente a la Iglesia la tierra prometida de la pacificación universal» (M. Servant, pág. 719; extraído de Curicque, Tomo II, págs. 108-109).

Sor María de Vallées

(1590-1653)

Nuestra Señora dice: «Yo aplanaré las montañas, las tornaré fecundas, en los valles correrá la leche y la miel y la tierra será inundada de cinco ríos que brotarán de mis llagas» (M. Servant, pág. 623).

Venerable Bartolomé Holzhauser

(1613-1658)

En la vida de este Venerable sacerdote, impresa en 1734, en una de sus Cartas Latinas a B. Amadeo, pág. 258, se lee:

«Al tiempo de este triunfo de la fe católica y ortodoxa, florecerá gran número de santos y de doctores; los pueblos amarán la justicia y la equidad, y la paz reinará por espacio de largos años, hasta la venida del hijo de perdición. Es necesario, ­oh, servidor de Dios!, que se cumpla lo que os digo; no porque yo lo digo, sino porque Dios así lo ha decretado, resuelto y absolutamente ordenado» (S. M. Mirakles, pág. 46). [*] —————

[*] Este trecho, así como uno de Santa Catalina Labouré que será citado más adelante, son los únicos que se refieren explícitamente a la duración del Reino de María. —————

En su interpretación del Apocalipsis, en el capítulo III, vers. 7 al 13, escribe lo siguiente:

«La otra edad de la Iglesia comenzará con el Monarca poderoso y el Pontífice Santo de que ya se ha tratado y durará hasta la aparición del Anticristo. Esta edad será una edad de consolación, en la cual consolará Dios a su Iglesia de la aflicción de las grandes tribulaciones de la edad precedente. Todas las naciones se rendirán a la unidad de la fe católica. El sacerdocio florecerá más que nunca, y los hombres buscarán el Reino de Dios con toda solicitud. El Señor dará a su Iglesia buenos pastores. Los hombres vivirán en paz cada uno en su viña y en su campo. Esta paz les será acordada porque se habrán reconciliado con Dios. Vivirán a la sombra del Monarca Poderoso y de sus sucesores…

«Porque si bien en la quinta edad no vemos por todas partes sino calamidades las más deplorables; devastado todo por la guerra; oprimidos los católicos por los herejes y malos cristianos; la Iglesia y sus ministros hechos tributarios; trastornados los reinos, muertos lo monarcas, atormentados sus vasallos y conspirando todos los hombres para erigir repúblicas; se hace un cambio admirable por la mano de Dios Todopoderoso, tal que nadie puede humanamente imaginárselo. Pues, este monarca poderoso que vendrá como enviado de Dios, destruirá las repúblicas hasta los cimientos, someterá a su poder y empleará su celo en favor de la verdadera Iglesia de Cristo. Todas las herejías serán relegadas al infierno. El imperio de los turcos será destruido y aquel Monarca reinará en Oriente y Occidente. Todas las naciones vendrán y adorarán al Señor, su Dios , en la verdadera fe católica romana. Muchos santos y doctores florecerán en la tierra. Los hombres amarán el juicio y la justicia. La paz reinará en todo el universo porque el poder divino ligará a Satanás por algunos años, hasta que venga el hijo de la perdición que le desatará de nuevo» (S. M. Mirakles, págs. 47-49).

San Luis María Grignion de Montfort

(1673-1716)

«…Ella producirá, por consiguiente, las cosas más admirables que han de existir en los últimos tiempos. La formación y educación de los grandes santos que aparecerán en el fin del mundo le está reservada, pues solo esta Virgen singular y milagrosa puede producir, en unión con el Espíritu Santo, las obras singulares y extraordinarias» ( Tratado de la Verdadera Devoción, n° 35).

«En estos últimos tiempos, María debe brillar como jamás brilló, en misericordia, en fuerza y en gracia. En misericordia para reconducir y recibir amorosamente a los pobres pecadores y desviados que se convertirán y volverán al seno de la Iglesia católica; en fuerza contra los enemigos de Dios, los idólatras, cismáticos, mahometanos, judíos e impíos empedernidos, que se rebelarán terriblemente para seducir y hacer caer, con promesas y amenazas, todos los que le fueren contrarios. Debe, en fin, resplandecer en gracia, para animar y sustentar los valientes soldados y fieles de Jesucristo que pugnarán por sus intereses» ( Tratado de la Verdadera Devoción, n° 50, 6°).

En un pasaje de la Oración abrasada, en la que pide los Apóstoles de los Últimos Tiempos, dice: «¨Cuando vendrá ese diluvio de fuego de puro amor, que debéis encender en toda la tierra de un modo tan suave y tan vehemente que todas las naciones, los turcos, los idólatras, y los propios judíos han de arder en él y convertirse?» ( Oración abrasada, n° 17).

Padre Nectou S.J.

(+1777)

«En seguida de estos horribles sucesos, todo volverá a entrar en orden; la justicia se hará a todo el mundo. La Contra Revolución habrá terminado. Será, entonces, tan grande el triunfo de la Iglesia que jamás lo habrá sido tanto. Los felices cristianos que hayan sobrevivido a la primera revolución francesa darán gracias a Dios de haberlos reservado para contemplar el triunfo de la Iglesia» (S. M. Mirakles, págs. 118-119; M. Servant, pág. 635).

Sor de la Nativité

(1731-1798)

Hablando del triunfo de la Iglesia: «Mas yo veo en Su Voluntad que El se reserva a Sí mismo el conocimiento preciso de este número de años [duración del Reino de María] , y yo no fui tentada a preguntarle más sobre este asunto, contenta de saber que la paz de la Iglesia y el restablecimiento de la disciplina deben durar un tiempo bastante considerable (assez considérable)» ( Vie et Révélations de la Soeur de la Nativité, Tomo IV, pág. 313).

Venerable Isabel Canori Mora

(1774-1825)

«Tuvo una visión el 29 de junio de 1820, día de la fiesta de los santos Apóstoles Pedro y Pablo, y dice: ‘…Después de este terrible castigo, yo vi el cielo despejarse repentinamente. San Pedro descendió de nuevo vestido pontificalmente, acompañado por los ángeles que cantaban himnos en su gloria, reconociéndolo también como Príncipe de la tierra. Yo vi en seguida descender del cielo al Apóstol San Pablo quien, por orden de Dios, recorrió el Universo, encadenando los demonios, y habiéndolos conducido delante de San Pedro, aquel les ordenó volver a sus cavernas tenebrosas de donde habían salido.

«Entonces apareció en la tierra una bella claridad que anunciaba la reconciliación de Dios con los hombres. Los ángeles condujeron delante del trono del Príncipe de los Apóstoles el pequeño rebaño que permaneció fiel a Jesús Cristo. Estos buenos y fervorosos cristianos le presentaron sus homenajes respetuosos, y, bendiciendo a Dios, agradecieron al Apóstol haberlos preservado de la ruina general y de haber conservado y sostenido la Iglesia de Jesús Cristo, no permitiendo que ella fuese arrastrada por las falsas máximas del mundo. El Santo escogió entonces el nuevo Pontífice. La Iglesia fue en seguida reconstituida, las Ordenes religiosas restablecidas, y las casas de los cristianos parecían casas religiosas, tan grandes eran el fervor y el celo por la gloria de Dios.

«Fue de esta manera que se cumplió el brillante triunfo de la Iglesia Católica. Ella era alabada y venerada de todos. Todos se daban a ella reconociendo al Soberano Pontífice como Vicario de Jesús Cristo».

En otra visión, el 8 de diciembre de 1820, la vidente nos transmite las palabras de nuestro Señor: «Yo reformaré mi pueblo y mi Iglesia. Enviaré sacerdotes muy celosos; enviaré igualmente Mi Espíritu a renovar la tierra; Yo reformaré las Órdenes religiosas por medio de reformadores sabios y santos… Yo daré a Mi Iglesia un nuevo Pastor, santo y pleno de Mi Espíritu: por su gran celo, él reformará mi rebaño» (M. Servant, págs. 630-631).

En otra visión: «Yo vi el cielo abrirse, y descender con majestad el Príncipe de los Apóstoles, acompañado de una multitud de espíritus celestes, cantando himnos de alabanza. El glorioso Apóstol estaba revestido de hábitos pontificales, y tenía en una mano un báculo con el cual trazó sobre la tierra una gran cruz. Mientras trazaba esta cruz, estaba rodeado de ángeles que cantaban en su honor las palabras del salmo XLIV, 17: ‘Constitues eos principes super omne terram — Vos los establecereis príncipes sobre toda la tierra’. El apoyó después su báculo en las cuatro extremidades de la cruz, y al mismo instante surgieron cuatro árboles misteriosos, que también tenían forma de cruz y estaban rodeados de una viva luz. El Bienaventurado Apóstol va inmediatamente a abrir todas las puertas de los conventos. Estos árboles debían de servir de lugar de refugio al pequeño rebaño de Jesús Cristo, y preservar los buenos cristianos del terrible castigo que trastorna el mundo entero.

«Todos los fieles que hayan guardado en su corazón la fe de Jesús Cristo, así como los religiosos y las religiosas que hayan conservado fielmente el espíritu de su instituto, serán abrigados bajo esos árboles y librados del espantoso castigo…

«Todos los buenos cristianos que se habían refugiado bajo los árboles misteriosos, yo los vi bajo la forma de bonitos rebaños confiados a la custodia de San Pedro, su Pastor, y profesando hacia él la más humilde sumisión y la más respetuosa obediencia. Luego que el Santo Apóstol puso en lugar seguro el rebaño de Jesús Cristo, volvió a subir al cielo acompañado de los ángeles» (M. Servant, págs. 718-719).

Religiosa Trapista de Notre Dame des Gardes

(+1828)

«La religión florecerá después (del castigo) de la manera más admirable. Yo he visto cosas tan bellas a este respecto que no hay expresión para describirlas…

«Después de todo aquello, el cielo se esclareció y, después de una noche horrorosa, yo vi el más bello día que hubiese jamás visto. Una dulce primavera se hacía sentir, y todo parecía en el orden más perfecto. Ví personas de todas las categorías, que estaban en tan gran número, que era como un hormiguero; no he visto nunca figuras tan contentas; ellas tenían yo no sé que, que inspiraba alegría; ellas se mantenían en un profundo respeto, y un silencio general reinaba, cuando percibí una gran plaza alrededor de la cual todas estas personas me parecieron reunidas. En medio de esta plaza, yo vi un tronco parecido a una bella pirámide, de la cual la cima parecía elevarse hasta el cielo. Había otros troncos alrededor de aquel; de distancia en distancia y como por escalones, ellas estaban ornadas de hojas de un verde aterciopelado y de un brillante admirable. Entre esas hojas, había flores, unas de un rojo esplendoroso, las otras de una blancura no igualada; todo aquello daba un golpe de vista encantador; sobre la cima del tronco principal un grueso globo, que me pareció de oro muy puro, y una paloma, blanca como la nieve que revoloteaba por encima. Yo admiraba todo aquello, cuando escuché un canto melodioso que parecía venir del cielo y fui arrebatada; en el mismo instante, percibí una numerosa procesión de todas las órdenes religiosas y eclesiásticas, es decir, sacerdotes, obispos, arzobispos, cardenales, en fin todas las órdenes. De este número sobre todo dos llamaron mi atención; ellos tenían el semblante lleno de amor de Dios. Había uno, del cual yo no conozco el hábito; el otro al lado de él en una postura respetuosa, es decir, de rodillas. En este momento, vi la paloma que estaba en la cima del tronco, posarse en la cabeza de aquel cuyo hábito me era desconocido, el cual puso la mano sobre la cabeza de aquel que estaba de rodillas, y entonces la paloma vino también a reposar sobre aquel, después retorna al otro; todo el clero, según su rango, rodeaba la persona sagrada del Pontífice; los principales se aproximaban más cerca.

«El tronco en forma de pirámide, presentaba cuatro puertas principales en sus cuatro fachadas. El canto continuaba, se mezclaba con gritos de alegría, pero sin confusión; ellos decían: ‘Gloria a Dios en los cielos y paz en la tierra. Viva la Religión en los corazones. Viva el Papa. Viva el gran Monarca, sostén de la religión’.

«En seguida, la procesión avanzó hacia las puertas del sur y del poniente, y salió por las del levante y las del norte, continuando a hacer escuchar los cantos más melodiosos. En esta multitud sin número había personas de muchos reinos, mas ellas no tenían sino un solo corazón, un mismo espíritu y una misma voluntad.

«Plena de admiración de este espectáculo maravilloso, exclamé: Dios, ¨cuando vendrán esos felices días? Escuché una voz que me dijo en un tono pleno de bondad: ‘Consuélate, ellos llegarán cuando mis voluntades sean cumplidas’» (M. Servant, pág. 632-633; Curicque, Voix Prophetiques, Tomo II, págs. 333, 336 y 338).

«El lunes, entre la Ascensión y Pentecostés de 1815, yo hacía mi acción de gracias y ‘une amende honorable’ por todos los crímenes que se cometían. Me sentí llevada a pedir a Dios que Él hiciese reflorecer esta religión santa…, y me fue dicho: ‘Ella reflorecerá, esta religión santa… muchas naciones volverán al seno de mi Iglesia…’ Vi en seguida una nube espesa que se separa en dos, y en el medio, una claridad tan viva y tan brillante que me encontré fuera de mi misma. Quise retirarme, no creyéndome digna de ver esta luz admirable, mas me sentí retenida por una mano y escuché una voz que me decía: ‘No temas nada, esta luz es la figura de la Iglesia Católica, Apostólica y Romana, de la cual no se debe separar jamás. Tú has visto que la nube se ha separado en dos, que una parte ha desaparecido a derecha y la otra a la izquierda: la parte del lado derecho marca a los cismáticos que no volverán más; la parte izquierda, a los herejes que la Iglesia rechaza de su seno. Tú ves abajo de la nube un gran jirón que separa de la luz y que cae en tierra: son los sacerdotes corrompidos, indignos del santo ministerio. Ellos son rechazados de la santa luz que la perversidad de su corazón ha extinguido’. Entonces yo no vi más que la luz que me pareció extenderse en todo el Universo» (M. Servant, págs. 691-692; Curicque, Tomo II, págs. 326 ss.).

Beata Ana María Taigi

(1769-1837)

«Después de las tinieblas, San Pedro y San Pablo descenderán de los cielos y designarán el Papa. Una gran luz brotando de sus personas irá a depositarse sobre el cardenal futuro Papa» (M. Servant, pág. 496).

«El Papa designará para ocupar el trono de Francia, al verdadero descendiente de San Luis» (M. Servant, pág. 543).

«En ese tiempo, la religión extenderá su imperio por todas partes. Los rusos serán convertidos y también Inglaterra y China, y el pueblo estará jubiloso contemplando este triunfo brillante de la Iglesia» (M. Servant, pág. 497).

Ella vio también «a Nuestra Señora extendiendo su manto de Reina sobre la Santa Iglesia y sobre la tierra, para ponerla al abrigo de la cólera de Dios» (M. Servant, pág. 583).

El R. P. Bessières, escribe: «Los judíos, de los cuales ella veía el papel considerable en los asuntos de este mundo para el bien o para el mal, le interesan particularmente. Ella anuncia, entre ellos, un gran movimiento de conversiones, el papel importante que ellos jugarán en la vuelta de las sociedades al Evangelio» (Mons. C. Sallotti, pág. 129).

Sor Rosa Colomba Asdente

(1781-1847)

«Inglaterra y Rusia volverán a entrar en la órbita de la Iglesia. Inclusive en Turquía el catolicismo reflorecerá.

«Rusia se someterá a la Iglesia después de una gran tribulación» (M. Servant, pág. 603).

«El furor popular por un tiempo parecerá triunfar; después la Iglesia purificada por la persecución brillará más bella que nunca. Los fieles, es verdad, habrán sido diezmados por los acontecimientos, mas aquellos que habrán sobrevivido, serán animados de un gran fervor» (M. Servant, págs. 633-634).

Sor María Lataste

(1822-1847)

«La paz volverá al mundo porque María soplará sobre las tempestades y las apaciguará; su nombre será alabado, bendecido, exaltado para siempre. Los cautivos reconocerán que le deben la libertad, los exilados la patria, y los desgraciados la tranquilidad y la felicidad. Habrá entre ella y todos sus protegidos, un intercambio mutuo de oraciones y de gracias, de amor y de afección; y del Oriente al Mediodía, del Norte al Poniente, todo proclamará a María, María Concebida sin Pecado, María Reina de la Tierra y de los Cielos.

«Satán se levanta de debajo de los pies de la Iglesia, él arma contra ella a sus propios hijos para dilacerarle el seno, y los hijos desnaturalizados de mi Esposa escuchan la voz de Satán. Ella levanta la voz y vuelve hacia Mi sus ojos mojados en lágrimas. No, Yo no permitiré que sus enemigos triunfen. No será más que una polvareda imperceptible lanzada sobre su semblante; ella le lavará con el agua de sus lágrimas, y su belleza se tornará más brillante. Provocará admiración a sus propios enemigos.

«Yo veo días más felices levantarse para las generaciones que vendrán, yo las felicito por su felicidad, y porque la mano del Señor, tan largo tiempo pesada, se levanta poco a poco…

«El Señor ha bajado los ojos sobre la oración de las almas humildes, no ha despreciado sus pedidos. Sion será restablecida, y el restablecimiento de Sion se escribirá en los anales de la Historia, para hacer llegar el recuerdo hasta la última edad, a fin que las generaciones venideras alaben el Señor, porque Él ha mirado de lo alto de su santuario y contemplado la tierra de lo alto de los cielos para escuchar los gemidos de los cautivos y para quebrar los lazos de los hijos de aquellos que han sido muertos.

«Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo» (M. Servant, pág. 569; extraído de Curicque, Tomo II, págs. 343-357).

Fray Bernardo María Clausi

(+1849)

«…Entonces Dios intervendrá, Él mismo, y, en un instante, como quien diría de la mañana a la noche, Él recolocará todo en orden. Los impíos deberán confesar que todo lo hecho es de mano divina» (M. Servant, pág. 573).

Sor Alfonso María

(1814-1867)

Sobre el triunfo de la Iglesia:

«Los malos depurarán la Iglesia por sacudidas terribles, más hasta ahí se limitarán sus sucesos. El orden renacerá, se verá reanimar la fe, la religión reflorecer» (M. Servant, pág. 634).

«…En los lugares donde aún hay fe, religión, y donde se honra a María, Dios hará «eclater» (resplandecer) su protección de una manera especial» (M. Servant, pág. 722).

Sor María Adalfuna

(1814-1867)

En abril de 1849 ella anunció «el triunfo y la glorificación de María», y los socorros que Ella aportará a la Iglesia: «Dios nos asistirá cuando las cosas hayan llegado al paroxismo de la atrocidad. No temáis… nuestra sola esperanza está en la intercesión de María… el orden no podrá ser restablecido sino por la Madre de Dios y no por los hombres. Resultará en un triunfo magnífico para la Iglesia… Por la intercesión de la Santa Virgen, Dios recolocará todas las cosas en su estado normal» (M. Servant, pág. 572).

Santa Catalina Labouré

(1806-1876)

En la tercera aparición, la santa exclama, acerca del Reino de María:

«Oh como será bello escuchar decir: María es la reina del Universo… Ese será un tiempo de paz, de alegría y de felicidad, que será largo» (A. Marty, pág. 59). [*]

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[*] Esta es la predicción más explícita sobre la duración del Reino de María, en todas las fuentes pesquisadas. —————

Sor María de Jesús Crucificado

(1846-1878)

Sobre Francia:

«Si, Yo haré mis delicias en el seno de Francia; ella será aún la reina de todos los reinos. Mas antes es necesario que Francia sea hecha nada, para que Yo esté a la cabeza de sus ejércitos, a fin que todas las naciones digan entre ellas de generación en generación: verdaderamente es el Altísimo que está a la cabeza de Francia. Todas las naciones lo exclamarán de una misma boca, de una misma voz, en el mismo tono, aún los impíos» (A. Marty, pág. 64).

Sor María Deluil Martiny

(1841-1884)

Escuchó una voz saliendo del sagrario que le decía: «Yo haré una maravilla. Antes del fin de los tiempos, Yo quiero ser resarcido de todos los ultrajes que se me han hecho. Todas las gracias rechazadas, Yo las quiero conceder de nuevo. Yo soy como un río del cual las aguas suben y no hay nada que las pueda impedir de desbordar» (M. Servant, pág. 634).

San Juan Bosco

(1815-1888)

Sobre el triunfo de la Iglesia:

«La iniquidad está consumada, el pecado tendrá fin, y antes que transcurran dos plenilunios del mes de las flores, el iris de la paz aparecerá sobre la tierra.

«El gran ministro verá a la esposa del Rey vestida de fiesta.

«En todo el mundo aparecerá un sol tan luminoso cual nunca se ha visto desde las llamas del cenáculo hasta el día de hoy, ni se volverá a ver hasta el último día» ( Biografía y Escritos de San Juan Bosco, pág. 395).

Sor de Bourg

(Siglo XIX)

Sobre el triunfo: «…Sin embargo, aquellos días serán abreviados en favor de los justos (tiempo del castigo). Dios elevará sobre el trono un Rey modelo, cristiano e hijo de San Luis, que amará la religión, la bondad y la justicia. El Señor le dará la luz de la prudencia y el poderío. El mismo le ha preparado por largo tiempo y lo ha hecho pasar por el crisol de la prueba y del tormento; pero va a llamarle del destierro. El mismo Señor lo tomará de la mano y en el día fijado le repondrá en el trono. Su destino es el de reparar y regenerar a Francia. Entonces reflorecerá la religión y todos los pueblos bendecirán el reinado del Príncipe ‘Teodato’ (Dado por Dios). Pero, con el tiempo, volverá a reinar el mal, más o menos hasta el fin de los tiempos» (S. M. Mirakles, págs. 132-133).

Teresa Higginson

(1844-1905)

Dice sobre el triunfo de la Iglesia: «…La Iglesia gozará de una gran paz y de una calma profunda. Entonces Dios será adorado, amado y servido realmente y en verdad» (M. Servant, pág. 588).

Papa San Pío X

(1903-1914)

Intuiciones proféticas sobre Francia:

Durante la audiencia del 7 de enero de 1906 — día posterior a la publicación de las leyes antirreligiosas en el boletín oficial — el Soberano Pontífice dijo a Camile Bellaigue: «¨No sentís vosotros que se aproxima el momento en que Nuestro Señor Jesucristo, El mismo, va a poner las manos en las cosas de Francia, sí, esas manos divinas, la cual una abate y aplana, cuando es necesario, y la otra levanta, resucita y purifica…?»

El 29 de noviembre de 1911, San Pío X imponía el birrete a Cardenales de Inglaterra, Holanda, Estados Unidos y Francia. Su alocución consistorial, escribe René Bazin, «fue y quedará, para nosotros y para los otros, una dulzura y como una fuente de esperanza:

«¨Qué os diré yo, ahora a vosotros, hijos de Francia, que gemís bajo el peso de la persecución? El pueblo que ha hecho alianza con Dios en las fuentes bautismales de Reims, se arrepentirá y retornará a su primera vocación. Los méritos de tantos hijos que predican la verdad del Evangelio en casi el mundo entero, y de los cuales muchos la han sellado con su sangre; las oraciones de tantos santos que desean ardientemente tener por compañeros, en la gloria celestial, los hermanos bien amados de su patria; la piedad generosa de tantos de sus hijos que, sin detenerse ante ningún sacrificio, proveen a la dignidad del clero y al esplendor del culto católico… atraerán ciertamente sobre esta nación las misericordias divinas. Las faltas no quedarán impunes, mas ella no perecerá. La hija de tantos méritos, de tantos suspiros y de tantas lágrimas.

«Un día vendrá, y Nos esperamos que él no esté lejano, en que la Francia, como Saulo en el camino de Damasco, será envuelta por una luz celestial, y escuchará una voz que le repetirá: ‘Hija Mía, ¨por que me persigues?’ Y su respuesta: ‘¨Quien eres Señor?’ La voz replicará: ‘Yo soy Jesús a quien tú persigues. Es duro resistir al aguijón, porque en tu obstinación, te arruinas a ti misma’. Y ella, temblando asombrada dirá: ‘Señor, ¨que quieres que haga?’ Y Él: ‘Levántate, lávate de las manchas que te han desfigurado, despierta en tu seno los sentimientos adormecidos y el pacto de nuestra alianza, y vé, ‘Fille ainée de L’Eglise’, nación predestinada, vaso de elección, lleva, como en el pasado, mi nombre delante de todos los pueblos y de todos los reyes de la tierra» (A. Marty, págs. 79-80).

Sor Catalina Filljung

(1848-1915)

Ella vio que aparecería Santa Juana de Arco durante el castigo en Francia. La santa heroína le había sido mostrada en visión, de pie sobre un bello arco iris, la espada en la mano, cabeza descubierta, los cabellos cayendo sobre los hombros, como los de la Virgen en la aparición en Sarreguemines (1873). Ella estaba coronada de dos aureolas desiguales de tamaño y de brillo. En una figuraba su misión pasada, la de Orleans, Reims y Rouen; la otra, mucho más grande y más brillante, anunciaba su segunda misión, aquella que le estaba prometida para la liberación, la restauración y la exaltación de Francia (M. Servant, pág. 495).

Beato Maximiliano Kolbe

(1894-1941)

Dijo a propósito del triunfo de María Santísima:

«Vos veréis un día la estatua de la Inmaculada en el centro de Moscú, en lo más alto del Kremlin. Antes que eso llegue, nosotros debemos pasar por una prueba de sangre» (A. Marty, pág. 133).

Berta Petit

(1870-1943)

El 17 de Junio de 1911, Nuestra Señora le muestra «una multitud de gentes de color y de enfermos. Todos pedían, con los brazos levantados al cielo, unos se curaban, los otros convertidos repentinamente, caían de rodillas. Era como una regeneración del mundo…».

El 8 de septiembre de 1911, Nuestro Señor le dice: «El Corazón de Mi Madre tiene derecho al título de ‘Doloroso’ y Yo lo quiero colocado delante del de ‘Inmaculado’, porque Ella lo ha adquirido, la Iglesia ha reconocido en Mi Madre lo que Yo hice: su Concepción Inmaculada. Es necesario ahora, y Yo quiero, que sea comprendido y reconocido el derecho que tiene Mi Madre a un título de justicia: título que le ha valido su identificación con todos Mis dolores, sus sufrimientos, sus sacrificios, su inmolación en el Calvario, aceptados en una plena correspondencia a Mi gracia y soportados por la salvación de la humanidad.

«Es sobre todo en esta Co-redención que Mi Madre fue grande y es por esto que Yo pido que la invocación, tal que Yo la he dictado, sea aprobada y difundida en toda la Iglesia, al igual que la dirigida a Mi Corazón y que ella sea recitada por cada uno de Mis sacerdotes después del sacrificio de la Misa. Ella ya ha obtenido gracias; obtendrá más aún, esperando que por la Consagración al Corazón Doloroso e Inmaculado de Mi Madre, la Iglesia sea re-erguida y el mundo renovado».

El 25 de abril de 1942 Nuestro Señor le dice: «…La devoción a Su Corazón unido al Mío, dará la Paz, la verdadera paz. Tan pedida y tan poco merecida… Yo manifestaré Mi poder por una intervención milagrosa que se impondrá a todos» (A. Marty, págs. 117-118).

Fuente: bastioncatolico.wordpress.com


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